Claves para reencantar la Vida
Dr.
Jorge I. Carvajal Posada
Podríamos
callar, mirarnos a los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una
humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio
de la vida. Podríamos creer que vivimos más allá de existir, a pesar de nuestro
dolor…
Hay
tanta grandeza en la semilla humana… Hay tanto en nosotros esperando para ser,
para fructificar, para amar… Hay tanta humanidad esperándonos en las fronteras,
esperando un encuentro entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente…
para así encontrar ese sol del centro del ser humano.
Hay
tanto en nosotros esperando revelarse, recrearse, fructificar. Somos semilla y
a partir de ese potencial infinito, de ese océano interior podemos re-encantar
la vida. Podemos volvernos a crear y así divertirnos y gozar.
¿Y
si de pronto pensáramos todos que el sentido de la vida es la felicidad? ¿Y si
nos atreviéramos a ser felices? ¿Cómo sería eso? ¿Cuáles serían los
ingredientes de la felicidad? ¿Si pudiéramos identificarnos con el ser que
somos y no con la sombra, la apariencia o la dependencia?
¿Y
si de repente volviéramos a ser lo que somos, auténticos, creadores de nuestros
propios días? ¿Si pudiéramos entrar de lleno en ese río profundo de la vida que
nos habita en cada instante, para encontrar en su cauce, corrientes de amor?
¿Si
pudiéramos despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre? ¿Si
pudiéramos reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y así nos
completáramos los unos a los otros?
¿Si
pudiéramos entrar en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos? Dejar de
buscar a Dios en el exterior y descubrir que estaba allí en nosotros,
esperándonos en nuestro propio corazón con su infinito potencial. ¿Si el único
partido que tomáramos fuera a favor del ser humano y nuestra única religión, la
del amor, y nuestro único método, el de la hermandad?
Descubriríamos
que cada cosa, cada evento es un maestro con el alma como aprendiz.
¿Si
nos bajáramos de los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo
de una vida repetitiva y nos inventáramos la vida y regresáramos a la inocencia
y ésta no fuera una inocencia ingenua, sino consciente? Entonces, volveríamos a
ser como niños…
¿Si
miráramos al dolor y la enfermedad como un Maestro? ¿Si aprendiéramos la lección
y más allá de la culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de
ese aprendizaje y con esa levedad ascender?
Hay
seres humanos que creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí está Ghandi,
Simón Bolívar, la Madre Teresa … Ahí están con la desnudez de su autenticidad.
No tuvieron más escudo que su conciencia del amor y su corazón abierto.
Soñadores de imposibles que nos demostraron que los imposibles se realizan
cuando creemos en nosotros. Cuando creemos en nosotros activamos el potencial
de un Dios que no es externo, sino que es interior, un Dios que nos acompaña y
nos da su energía y su fuerza.
¿Es
posible ser felices? Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor no es lo
contrario de la felicidad. Es posible ser felices a pesar de la muerte, pues la
muerte no es lo contrario de la vida. Es posible ser felices a pesar de la
tristeza, pues la tristeza no es lo contrario de la alegría. La felicidad es
ese sentimiento leve de compasión y de aceptación que te lleva por la vía del
Ser.
La
felicidad es ese sentimiento incondicional en el que tú amas porque sí, porque
llueve o hace sol; en cualquier caso, sin ninguna condición.
La
felicidad sólo puede partir de ti. No es exterior, no depende de tu economía…
La felicidad no depende de los conocimientos. El conocimiento sin corazón es
destructivo. De repente, adquieres un cáncer y descubres ese estado interior
desde el cual, también puedes ser feliz. La felicidad es una construcción
interior, parte de un paraíso interno. El Paraíso no es ajeno, tú lo pintas y
entras después en él. Tú lo creas y lo re-creas.
En
la felicidad no hay un Dios exterior. Tú eres a imagen y semejanza de ese
Creador que habla en tu palabra, mira en tu mirada y ama con tu amor.
¿Podríamos entonces vislumbrar nuestro camino hacia la felicidad? Sí. Ese
camino es un camino de retorno. Es un camino de consciencia. Es un camino que
libera porque no está hecho de dependencias.
Nada
que te ate, nada que te amarre, nada que conduzca al poder… te lleva a la
felicidad. Más poder no da más felicidad, sino más dependencia. Más placer no
constituye más felicidad. Más vivir para los sentidos hace que pierdas el
sentido. La felicidad es un camino hacia el sentido, un sendero que empieza en
tu interior y termina en tu interior.
Tú
eres el centro del universo cuando eres consciente de ti.
La
felicidad parte de la atención que es el uso fundamental de la conciencia.
Cuando estás atento, te centras y eres dueño de ti mismo y de tu potencial.
Cuando estás atento, generas un láser con tu propia consciencia y ahí habitas y
tienes el movimiento, la vida y el ser. Cuando estás atento, construyes un
espacio interior que te conecta con el infinito. Cuando estás atento,
construyes el instante y en ese instante eres eterno. Cuando estás atento, te reconoces
a ti mismo y vuelves a nacer de ti mismo, siendo el parto y el partero; eres el
Creador, porque naces de ti y regresas a tu conciencia.
La
atención es el momento más importante de la consciencia, es el momento de la
creación en el que descubrimos el presente, es el tiempo de la sincronicidad,
el tiempo de la resonancia. Uno nace al presente por la renuncia al pasado, al
deshipotecar la vida de los condicionamientos del pasado. Tenemos la vida
hipotecada con las expectativas hacia el porvenir y entonces nos perdemos el
lugar de la vida que es este instante.
Este
instante es sagrado porque en este instante, y no en otro, vive el ser. Allí no
hay tener, allí no hay placer, allí solamente bulle el ser y ese ser es lo que
somos: potencial infinito que nos habita, Dios tan inmanente como trascendente…
Ese Dios Universal se interioriza en nosotros y convierte la vida en algo
mágico. Ese Dios nos humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el reino
mineral cante y baile y que el reino vegetal florezca y que el reino animal
pueda sentir. Ese Dios permite que el ser humano tenga las alas del pensamiento
y desde las alas del pensamiento restaure la intuición, la visión de la
totalidad. Desde esa visión de la totalidad nos unimos de nuevo en el
maravilloso Camino de Regreso al Creador, que Es y Somos.
El
primer paso a la felicidad es la autenticidad.
La
autenticidad es una genuina identidad, una identidad única, original; es la
identidad que nos hace íntegros. La vida es creativa cuando es única. La vida
es arte, se goza, se inventa a cada momento.
Cuando eres único vives la magia del amor. El amor no se gasta, no es
repetitivo, no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición… Es una fuerza
magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando
te puedes renovar a cada instante eres único. Cuando eres único, te das cuenta
de que eres importante, porque eres irrepetible y no tienes competencia
posible, porque puedes compartir, te puedes entregar sin temor a perderte y con
cada entrega te vas a renovar, te vas a completar y, además, vas a completar al
otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu
compañía, con tu presencia… Así puedes disfrutar la vida. Primera clave para la
felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da
tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria porque
no hay dos seres humanos como tú. Cuando tú no pretendes ser como nadie más que
como tú, entonces descubres esa corriente hermosa del Creador que eres, y
entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu raíz, de tu savia, entras en
el lugar desde el que puedes re-nacer. Si no tienes ese útero que te está
pariendo, que es tu propia identidad, si no te aceptas, si no te amas, si no te
afirmas, nada podrás encontrar.
Autoafírmate
para que te completes, para que completes el universo. Ello no sería
posible si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento de la muerte es
la culpa, no el cáncer ni el dolor. Lo más doloroso es el miedo al más allá, al
infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador, el temor oculto
de que Dios no te va perdonar. Pero Dios es amor, y donde hay amor no puede
haber juicio. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti y eres
tú quien lo ha construido.
Sin
embargo, podrías construir un paraíso. La pregunta es: ¿cuentas contigo, te
aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en el sendero de la
felicidad.
Es
un paso hacia el interior. Encuéntrate contigo, en tu centro. Respira profundo
y siente la maravilla de la vida. El sol brilla para ti, los pájaros cantan
para ti y el aire y de la magia de la mañana soplan para ti. El universo
celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti. Entonces, descubres tu
rostro, que no es otro que el del amor, recuperas tu poder y entras en
comunión. Vives en alegría y levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de
la culpa, del condicionamiento… Aceptas tus luces y tus sombras.
Reconocerás
la nota clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte y el
renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo. En
cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón guardara una gota en cada
segundo, en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que
nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu
identidad, entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se
hizo para dar.
Cuando
ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así, dándote,
se liberan y es dando como recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra
genuina identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un
tú. Entre el tú y el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación
coherente, de diálogo. Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad
de adaptarte a la vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la
inteligencia molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa: tu capacidad
de adaptación a la vida.
El
segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate
a la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor,
desgastas tu energía. Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te
refresca y te fecunda.
Necesitas
del otro para mirarte, reconocerte, observarte en ese espejo y poder
modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido
fecundada por el tú; cuando el tú cabe en el yo, entonces surge la maravilla
del nosotros. En nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más confianza
en los demás: en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el
empresario… allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y más
honestidad, hay también una mayor felicidad.
Nuestra
tierra es vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también vulnerables y
nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza. ¿De
qué está hecha nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos
que ser perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos
germinar. Cuando el propósito del alma germina, entonces nos podemos realizar.
La
segunda clave es por lo tanto humildad. La humildad es la clave del
aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón y
sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo
mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad,
humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para recuperar el
poder de servir y disfrutar. El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo
nos separa. El orgullo divide y destruye el territorio de la conciencia, que es
el territorio del nosotros.
Dos
movimientos pues hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la
autenticidad y en segundo lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y
construir un nosotros. Ahí viene la tercera condición para la felicidad,
la más difícil de todas: la vida cambia y todo muere. No hay nada constante.
Todo muere salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en
una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El
cambio es fuerza transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio,
ni temas la oscuridad, pues el caos y la oscuridad son reveladores de la luz.
Cuando aceptamos las transformaciones y las transmutaciones podemos ascender en
la savia de la evolución, florecer y dar nuestro fruto. Cuando nos
reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio.
Vivir
es un proceso de cambio permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y
no vuelve a ser la misma.
El
cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente
que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir es encender un
fuego interior, es convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite
desenvolvernos en un proceso de cambio permanente. En el presente podemos
siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las
lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú
puedes optar por una u otra vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus
creencias. Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser
fatales.
Tú
terminas convertido en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que
crees. Si tú crees que eres culpable, te castigarás de mil maneras. Si tú crees
que no eres digno, te enfermarás. Podrías, sin embargo, mirar al pasado, con
ojos de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu
pasado, sino para aprender la lección que dejaste de aprender.
Todas
las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu
presente. Los problemas los podemos volver a re-vivir desde la consciencia y no
desde la culpa o el condicionamiento.
El
problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la
víctima, podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en
nosotros. La historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de
ella. Si no dejas ir a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu fisiología,
en tus relaciones, en tu vida…, turbando tu felicidad.
La
sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar. Si la abordamos desde la
posición de la víctima, se convierte en lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y
nos predispone a la manipulación que es el terreno de la inconsciencia. Eso no
es una verdadera relación humana, pues hay posesión, chantaje… En el
terreno de la sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese territorio de
la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad!
Cuando
nos duele la vida es que nos estamos despertando. Un día nos duele la vida y la
vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que es un
despertador. Un día vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña las
lecciones más hermosas de la vida. Un dolor nos hace sensibles, nos
ablanda.
Todo
fruto maduro es blando. El amor deja de ser un amor duro y dominante y casi
perfecto y se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer. La sensibilidad
nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a los
nietecitos. Inician el camino de regreso, el camino de regreso es la ternura.
En
el seno del caos renacemos. En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita
que nos permite transformarnos y emerger, y con ello llega también la
felicidad. El estado de emergencia es un estado de alerta intenso, de genuina
presencia, de éxtasis.
Se trata de un estado en que, aún con todas las perturbaciones, te encuentras
contigo mismo. Paradójicamente, en el ojo del huracán hay una infinita paz y
adquieres un potencial infinito.
El
problema no es lo que ocurra fuera, si no lo que ocurre dentro de ti. Es
posible, aún con toda la turbulencia, que mantengas tu serenidad.
La
serenidad es la paz profunda e inconmovible del ser que te permite abordar los
procesos de cambio sin resistencia.
He
ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio.
Aprovecha
la oportunidad de cada crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad. Aprovecha las
oportunidades que te brinda la vida para acceder a un nuevo potencial.
Aprovecha la bifurcación cuando la vida no vuelve a ser igual. Aprovecha las
semillas que la vida siembra en tu corazón, cuando la vida te duele
profundamente. Aprovecha el parto del caos para nacer a un orden superior y así
recrear y reinventar tu vida.
La
cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad.
A
un animal no le podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano.
Responsabilidad
es una sensibilidad convertida en capacidad de responder. Tu evolución está
determinada por tu grado de responsabilidad. ¿A qué respondes? ¿Respondes
por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La responsabilidad
es una condición esencial del amor. El amor sin responsabilidad es lo más
peligroso que hay en este mundo.
La
responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad. El
amor es reconocer lo esencial del otro. La responsabilidad nos permite
comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un universo maravilloso de
correspondencias.
Todo verdadero amor surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad,
es una vía que va en dos direcciones. Donde hay reciprocidad hay resonancia,
donde hay correspondencia hay correctas relaciones humanas. Esa es la más
maravillosa lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas. En
ello somos todos aprendices.
Vinimos
a aprender a relacionarnos. No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados.
Esos son instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser relacional y
vinimos fundamentalmente a aprender relaciones humanas respetuosas,
responsables, liberadoras. No son relaciones sociales para retenernos, para
poseernos, para chantajearnos. Lo son para liberarnos y completarnos.
Así
transformamos la ecología de la Tierra, que no es una ecología externa. Lo que
le pasa a la Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo
abro mi corazón, abro la tierra dentro de mí. Si me amo y amo a mis semejantes,
amo también a la tierra, al paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro
no me contaminaré. El resentimiento es el agente contaminante.
El
amor liberador existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar y recibir. Hay más
sabiduría en el saber recibir. A menudo nos negamos a recibir el regalo de la
sonrisa, de la mirada del otro, por no comprometernos, por no quedar en deudas.
Necesitamos infinitas deudas de amor como vía a la felicidad. La gratitud es
esa habilidad que revela tu propia luz.
La
quinta y última vía a la felicidad es la sencillez.
La
belleza es sencilla. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos
conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, humildad,
honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la gente.
Conquistar
el código de la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser
el gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos… sino de entrar en la
corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos. Conquistar el código de
la sencillez en tu vida es condición para ser feliz, porque no tienes ninguna
expectativa, porque así eres feliz con todo y a pesar de todo. Esa felicidad te
hace entrar en comunión con tu humanidad.
Estamos
aquí para conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de
inteligencia cósmica, río de conciencia. Somos mediadores entre los reinos
inferiores y superiores de la naturaleza. Cuando somos sencillos
reflejamos el Alma, no para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en
directo. Ya no sólo comunicarnos, sino fundirnos por el centro, de corazón a
corazón y así entrar en esa corriente de la evolución que pasa a través de
nosotros para liberarse.
Dr.
Jorge I. Carvajal Posada