La tristeza parece ser uno de los signos más distintivos de nuestros tiempos.
Es como si la depresión se hubiese convertido en una afectación masiva dentro del mundo contemporáneo.
Bajo la etiqueta de “depresión” se ubica casi cualquier forma de tristeza o malestar del ánimo.
Pero no solo eso, también es una condición que se ha vuelto perfectamente tolerable y hasta se exalta en la vida cotidiana.
Es común escuchar que alguien está “depre” o que “hoy no salgo porque estoy un poco deprimida”.
Lo que hace apenas algunas décadas era una entidad psiquiátrica, ahora la palabra se ha hecho cotidiana y se confunde con la tristeza.
Las personas con depresión se preguntan: “¿Qué sentido tiene la vida”. Y suelen acompañar este interrogante con una afirmación subsiguiente: “Hubiera sido mejor no haber nacido”. Tanto la pregunta como la afirmación son dos trampas en sí mismas.
No existe un libro, ni un manual ni una ley que diga: este es el sentido de la vida.
Se convierten en “objetos” de la tristeza, no en sujetos de la misma. Ahí reside su cobardía moral.
En esta ocasión elegimos una frase adaptada de la famosa de Carl Gustav Jung “Prefiero ser un hombre completo que un hombre bueno”.
Esa parte de nosotros que la mayoría del tiempo nos negamos a aceptar, pero que no deja de existir en nuestro ser y que se conoce como “la sombra”:
Lo que Jung en realidad sugiere, es rescatar esas características ocultas e inaceptadas, y más bien integrarlas como parte de nosotros, y potenciarlas .
Necesitamos más entendimiento de la naturaleza humana, porque el único verdadero peligro que existe es el hombre mismo y somos penosamente ignorantes de ello", dijo.
"La psique del hombre debería ser estudiada porque nosotros somos el origen de todo mal".
Una psique en guerra consigo misma sólo se libera cuando la oscuridad sale a la luz.
Jung habló de la importancia de que los médicos y los sacerdotes —así como los psicólogos y psicoanalistas— no juzguen a sus pacientes ni se dejen invadir por prejuicios morales, pues aquellos que buscan apoyo en ellos ya se sienten de por sí bastante enjuiciados.
Esto, para Jung, sólo se consigue si el médico acepta su propio “lado oscuro”.
No se trata de que el médico aliente las fantasías de sus pacientes, sino de “sentir a través de la mente del paciente”, sin juzgarlo, a través de algo que Jung llamó “objetividad desprejuiciada”.
Para Jung, mucha gente decide no observarse ni aceptarse a sí misma, y emprenden el escape del camino del autoconocimiento sólo para caer en lo que él llama “la morbus sacer de la neurosis”, cuando la personalidad parece estar en una guerra interna consigo misma. Carl Jung escribe:
"El conflicto puede darse entre el hombre sensual y el espiritual, o entre el ego y la sombra".
“Sólo aquel que se ha aceptado a sí mismo por completo”, remata Jung, “posee la ‘objetividad desprejuiciada’”, ingrediente sin el cual será incapaz de ayudar a otros e incluso a sí mismo.
¡Gloria a Dios, hemos escapado por fin de nosotros mismos!”
Jacqueline Barralaga.
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